CRUCE DE SENDEROS
Erase
una vez un cruce de caminos en un país muy, muy lejano. Cada día esperaba,
paciente, a que pasara el viajero que habría de darle razón de ser. Sin
embargo, cada día llegaba la noche, pasaba y empezaba una nueva jornada sin que
ningún mortal se parase en la encrucijada ni pisase la tierra prensada de sus
calzadas, sin que absolutamente nadie se interesase lo más mínimo por los
lugares a los que llevaban.
El cruce de caminos tenía tres carteles que indicaban
hacia dónde iba cada uno de ellos. En el primero, el de la izquierda, podía
leerse: “Mar de aire.” El segundo, el de en medio, decía: “Luz de nieve.” El
tercero, que discurría más a la derecha, sólo tenía un signo grabado en la
tabla: “¿”. Nada más. Ni una palabra, ninguna instrucción.
Un día, sin embargo, tres figuras llegaron a la vez
al cruce y se pararon indecisas, observándose sorprendidas. Eran tres damas
vestidas con largas capas, cuyas capuchas cubrían sus cabezas.
Cada
una portaba un libro.
La
que había llegado por el camino de la derecha se quitó la capucha y preguntó
con determinación:
—¿Quiénes sois?
—¿Y quién eres tú? —dijeron al
unísono las otras dos damas.
La primera dama sonrió. Su rostro
era armonioso y en sus vivaces ojos color avellana bailaba una chispa traviesa,
como si ocultasen algo permanentemente.
—Soy aquélla que siembra la duda en
el corazón humano, la que le empuja a hacerse las preguntas adecuadas para que
obtenga las verdaderas respuestas. Me
llaman de muchas maneras, pero mi nombre es Dama Intriga y he hecho un largo
recorrido para llegar hasta aquí con el propósito de recorrer otros caminos,
tal vez de encontrar a otros viajeros…
La más joven se quitó la capucha
también. Sonreía, al igual que la Dama Intriga. Pero sin embargo, en sus oscuras
y bellas pupilas brillaba una intensa luz, que confería a su mirada el aspecto
de dos brasas encendidas.
—Yo me llamo Pasión y vengo de Mar
de Aire, donde ejerzo de Dama de las emociones humanas más profundas, aquéllas
que están arraigadas con fuerza en el inconsciente del Ser. He decidido salir a
buscar el equilibrio para los habitantes de mi tierra, ya que a veces los
huracanes pasionales les causan desconcierto, impidiéndoles ver la verdad.
Entonces, la Dama Intriga y la Dama
Pasión se volvieron hacia la tercera, la que había llegado por el camino de en
medio y la conminaron a explicarse con un leve ladeo de cabeza.
—Bien, veo que no tengo escapatoria
—dijo la aludida retirando su capucha y dejando a la vista su rostro, en el
cual estaban marcadas las vicisitudes en forma de tenues arrugas. En cambio,
sus ojos, de un intenso azul celeste, parecían los de una adolescente, siempre
mostrando sorpresa por todo lo que la vida le ofrecía. No sonreía, aunque su
mirada sí lo hacía —. Quien me conoce me llama Dama Claror, y vengo de Luz de
Nieve, donde no hay jamás una duda y refulge siempre una claridad cegadora. Sus
habitantes casi no ven, es por ello que partí hace mucho tiempo en busca de un
poco de sombra que pudiera dar un descanso a los ojos de mis conciudadanos.
—Al parecer estabais destinadas a
encontraros.
Las tres Damas miraron hacia el
lugar del que provenía la voz. Una cuarta figura encapuchada había aparecido
como de la nada.
—Perdonad mi intromisión, pues no
soy más que una lectora de senderos, pero a mi entender debéis viajar juntas.
—¡Tiene razón! —exclamó Dama Claror.
—¿Qué es una lectora de senderos?
—preguntó Dama Pasión.
—Son personas que tienen el don de
interpretar los caminos que transitan por el alma —respondió Dama Intriga.
Luego se dirigió a la lectora —. Creo que lo mejor es que tú nos acompañes, así
leerás nuestros senderos. Aunque… Nos gustaría saber tu nombre.
—Mi nombre de lectora es Arabela.
—Bienvenida Arabela —dijo Pasión.
Y luego las tres la abrazaron.
—¿A dónde vamos primero? —quiso saber Intriga —.
Igual habría que empezar por averiguar de dónde vengo yo, pues lo ignoro.
Arabela se quedó pensativa un momento.
—No habéis de regresar, pues todo lo que hagáis
repercutirá en las gentes de vuestras respectivas tierras estéis donde estéis.
Las respuestas están en cada una de vosotras y algunas de ellas las habéis
escrito en vuestros libros. Yo también tengo el mío —. Les mostró un tomo de
tapas azules —. Tenéis que poner la
mano sobre ellos. Así —añadió posando su palma sobre la portada mientras lo
sujetaba con la otra mano.
Todas la imitaron.
—Y ahora hagamos un círculo con nuestros libros.
Que las esquinas se toquen.
Intriga, Pasión y Claror, siguiendo las
indicaciones de Arabela formaron un círculo con los libros, haciendo que las
esquinas de todos estuvieran rozándose.
En ese momento, un hilo de bruma negra comenzó a
entretejerse con los libros. A medida que avanzaba, se transformaba en un haz
luminoso y luego, de nuevo se volvía oscuro, para de repente, hacerse hebra
dorada que bordaba los títulos impresos en las cubiertas.
A la par, las tres damas y la lectora de senderos
notaron cómo el hilo entraba por sus venas creando entre ellas un vínculo extraordinario
y único, para luego desaparecer por un cuarto camino que se había abierto, y en
el que una señal indicadora rezaba: Consciencia.
Y las cuatro se dirigieron juntas hacia allí con
paso firme y sereno.
El cruce de caminos, cumplida su misión, se difuminó
hasta desaparecer entre una bruma oscura y serpenteante, cuyas volutas lanzaban
brillos dorados…
Edurne Maiona
28/11/16
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